La causa
del problema era que los chips y el software usaban dos dígitos para el año.
Así el año 99 en un programa de computadora, representaba a 1999 y 00 era... ¿1900
o 2000, 1800, 1100 etc.? Esa era la pregunta. El software iba a interpretar
estos dos dígitos de muchas y diferentes maneras, muchas de ellas con
consecuencias potencialmente desastrosas, dependiendo de cómo se había
programado.
Había que salvar al mundo. Las consecuencias podían ser muchas, cortes de
energía, caída del sistema telefónico, de satélites, fábricas, cargos millonarios
de servicios, etc. En resumen, todo lo que podría salir mal, iba salir mal, es
la Ley de Murphy. El caos.
¿Cómo
llegamos aquí, o sea cómo se les ocurrió abreviar a solo dos dígitos? Sucede
que el almacenamiento era muy caro, por lo que la memoria y los discos eran de
capacidades que hoy dan risa. Entonces había que ahorrar dígitos y caracteres tanto
para hacer programas de computadora como para diseñar microprocesadores
(“chips”). Para solucionarlo, hubo iniciativas de gobiernos y empresas en el
mundo.
Internet jugó un papel para distribuir información. Las soluciones iban desde lo
más sencillo como hacer actualizaciones que trabajaban a nivel de los chips en la
computadora, hasta correcciones de software para que interpretara el 00 como
2000. Y pruebas, muchas pruebas.
Mientras
tanto los medios hablaban del problema con cierto sensacionalismo, circulaban
también teorías conspiracionistas.
En aquel
tiempo los temas de informática no ocupaban primeras planas, a diferencia de
hoy día que estamos tecnologizados en todas las facetas. Este tema sí que las
ocupó.
Mientras
los medios y el cine hablaban del apocalipsis tecnológico del 2000, algunas
empresas y gobiernos traían del retiro a programadores de la vieja guardia que
conocían un lenguaje de programación abandonado pero que hasta hoy día ejecuta
operaciones vitales: COBOL. Había que corregir programas hechos en este viejo
lenguaje que solo pocos conocen. También se contrató a programadores jóvenes siempre
que conocieran el lenguaje, una querida amiga y colega mía, contemporánea, estuvo
a cargo del proyecto año 2000 de una empresa de alimentos.
A la fecha,
cada que pagas con tarjeta, retiras dinero, usas un seguro, haces una
reservación o requieres un servicio de gobierno, probablemente un programa
hecho con COBOL ayude a llevar esto a cabo. Las apps, terminales, cajeros
automáticos, etc., terminan enviando datos a una computadora en un banco donde
hay programas hechos en COBOL que llevan a cabo la transacción.
Pues hubo
que programar las correcciones en este tipo de software legado de los 60s y
70s. Y así técnicos e ingenieros en informática y sistemas y similares fuimos
trabajando caso por caso, recorriendo inventarios de software y hardware para
identificar que había que hacer en cada caso y aplicar soluciones.
Finalmente
lo logramos, no se acabó el mundo en el 2000, brindamos y sonreímos. Hubo pocas
consecuencias comparadas contra los riesgos. Hubo lecciones aprendidas, hubo
reconocimiento del impacto que esta forma de diseño trae y se anticiparon
problemas como el del año 10,000.
Sí, habrá un problema en el año diez mil, pero como dijo alguien una vez “les tocará a otros y lo arreglarán”.
Imagen de Tung Lam