Yo trabajaba
ayudando a coordinar un departamento de informática a finales de los noventa.
Un día pegamos un anuncio en un tablero ubicado a la entrada del departamento.
El papel advertía no abrir un correo electrónico con el asunto “Jesus” (sic, en
inglés) y a continuación pedía reenviar a todos tus contactos porque se trataba
de un virus que borraba todo tu disco duro.
Éramos
jóvenes e inocentes, veníamos de cambios vertiginosos. Al principio, en
Internet todo eran servicios basados en texto: email, telnet, gopher, ftp, no
había nada gráfico. Sí, es impactante, lo sé, pero así eran las cosas y aun
así, créeme que era muy divertido.
Luego llegó
la web, el servicio WWW que nos dijeron significaba world wide web (la
telaraña de alcance mundial), pero muy pronto nos dimos cuenta de que wild,
wild west (salvaje salvaje oeste) le quedaba mejor.
Casi de la
noche a la mañana, empezamos a tener acceso a noticias que viajaban muy rápido.
Cada día te podías enterar de cosas nuevas sobre tus aficiones favoritas. Antes
de los servicios de la web y el email, solo tenías los noticieros y demás
programas informativos, periódicos y revistas, que te daban lo que había y lo
que querían. Internet significó el acceso a un buffet velozmente creciente
donde consumías lo que te apetecía.
Era 1998,
apenas dos años de que Internet estuviera disponible de manera masiva. Una
mañana, uno de mis colegas del departamento de informática pegó este anuncio
que advertía sobre un supuesto virus, anunciado por IBM, que te borraría todo
el disco duro de tu Mac o PC, aprovechándose de las funciones de formateo de
Norton Antivirus, propagándose via Netscape Navigator e Internet Explorer. Con
todos esos nombres soltados por ahí, sonaba bastante legítimo para mí y para
cualquiera que lo leyese.
Al poco
tiempo, conocí Snopes punto com, un sitio que se encargaba de verificar cadenas
de correo de rumores y noticias falsas. Ahí desmentían nuestro anuncio. Sorprendente.
Llevaba
algún tiempo siendo consciente de la industria de la información falsa, aquella
que se transmitía en publicaciones como revistas de fenómenos paranormales,
programas sensacionalistas de televisión, libros, etc. Pero esto era un nuevo
nivel para mi y para toda la gente nueva en Internet. Reaprendíamos lo
aprendido: no porque esté en (inserta el medio aquí) significa que es cierto.
No porque
esté en Internet, significa que es cierto.
Habíamos
sido timados, aunque algunos de los muchachos del departamento no estaban tan
seguros, o no querían estarlo. La verdad duele: no tanto como saltar en una
bicicleta sin asiento, pero duele.
Años
después, en diciembre de 2010, cuando trabajaba para una de las cien mejores
empresas de México, en el área de tecnología de información, un jefe de área de
tecnología de una de las divisiones de la empresa, histérico, envió un correo
al gerente de tecnología, alertándolo sobre un virus que se propagaba vía una
aplicación de un árbol de Navidad. El correo incluía a su vez una cadena de
estas que se reenvían, con la advertencia.
Para
entonces, yo ya olfateaba la información falsa a primer contacto, con buena tasa
de éxito, por lo que me pareció sospechoso el correo. Una investigación balazo
en Internet me confirmó que no había tal árbol de Navidad.
Lo que no
me esperaba yo ni nadie, era que el gerente de tecnología nos movilizaría a todo
su departamento corporativo para que fuéramos por todas las oficinas,
computadora por computadora, confirmando que no tuvieran instalado el famoso
árbol de Navidad.
Les dije
que era información falsa, que no había tal aplicación. Sin embargo, todos los subdepartamentos
fueron requeridos: soporte técnico, desarrollo de software, redes, operaciones,
etc. Cuando caes antes la histeria, no importan los hechos y el mejor curso de
acción es buscar la paz mental. Yo preferí quedarme en mi lugar haciendo
cosas menos heroicas.
Sobra decir que nadie reportó haber encontrado tal aplicación instalada.
En esa
misma empresa, años antes, el reenvío masivo de un correo electrónico causó que
un servidor quedara fuera de línea durante algunos minutos. El mensaje era de
los que pedían reenviarlo para que una organización donara algunos centavos de
dólar por cada correo reenviado, con el objetivo de ayudar a un niño enfermo. El problema es
que así no funciona el correo electrónico. Este no tiene una autoridad central,
por tanto, no es posible monitorear el alcance de un correo ya que este viaja
de servicio en servicio dependiendo el que usen los destinatarios. Tampoco me
imagino a nadie monitoreando campañas de donativos si fuese centralizado.
Alguien
recibió este mensaje desde una dirección de correo electrónico público (gratuito)
en Internet. El mensaje era un clásico de las cadenas por correo
electrónico, tenía muchos años circulando. El receptor al interior de la empresa
quiso ser altruista y lo reenvió a sus conocidos dentro de la misma. Cada uno
de estos destinatarios a su vez hizo lo mismo y dentro de un rato el servidor de
correo electrónico no se dio abasto para manejar la avalancha de correos y colapsó.
El departamento de tecnología identificó a dos personas como los iniciadores de esta oleada exponencial de reenvíos e impuso acciones disciplinarias. Le dije al jefe de infraestructura que tenían que empezar una labor educativa sobre estas cosas con los usuarios, para evitar futuras incidencias.
“A mí no me
toca”, me dijo.
“¿Y
entonces a quién? No veo a nadie más”, le dije.
Las áreas de informática y tecnología, históricamente, han sido cortas de visión y renuentes a tomar el liderazgo en educación digital. Hoy el panorama se ve más prometedor, con áreas de ciberseguridad y manejo de información que están tomando esta responsabilidad educativa.
A finales
de los noventa, le mencioné a mis tíos alguna cosa que tenía que ver con Internet.
“Eso del internet son cosas que inventan para mantener a la gente distraída”
dijo mi tío con la seguridad de quien sabe lo que dice. En aquel entonces solo
tenían internet quienes eran estudiantes con acceso a un centro de cómputo, o los
investigadores o quienes trabajaban en una empresa. El uso de Internet era una
actividad de nicho, las personas como mis tíos, el público en general, apenas
empezaba a escuchar del tema.
Actualmente,
mis tíos se distraen con mensajes desinformativos vía aplicaciones de mensajería
instantánea y han sido estafados por ese mismo medio.
En algún
lugar en este momento, un joven está alertando a alguien de algún supuesto
peligro o está cayendo en alguno real sin saberlo.
Imagen Cliff Hang