2025-01-05

Desde Internet con amor




Pegamos anuncios falsos y nos lanzamos a desinstalar aplicaciones en nuestra lucha contra virus que nunca existieron. Las cadenas de mensajes con bulos nos engañaron mientras aprendíamos que estábamos en un nuevo mundo, el mundo salvaje de Internet, con todas sus bondades, con todos sus contras. La información empezaba a fluir, la buena y la mala.

Yo trabajaba ayudando a coordinar un departamento de informática a finales de los noventa. Un día pegamos un anuncio en un tablero ubicado a la entrada del departamento. El papel advertía no abrir un correo electrónico con el asunto “Jesus” (sic, en inglés) y a continuación pedía reenviar a todos tus contactos porque se trataba de un virus que borraba todo tu disco duro.

Éramos jóvenes e inocentes, veníamos de cambios vertiginosos. Al principio, en Internet todo eran servicios basados en texto: email, telnet, gopher, ftp, no había nada gráfico. Sí, es impactante, lo sé, pero así eran las cosas y aun así, créeme que era muy divertido.

Luego llegó la web, el servicio WWW que nos dijeron significaba world wide web (la telaraña de alcance mundial), pero muy pronto nos dimos cuenta de que wild, wild west (salvaje salvaje oeste) le quedaba mejor.

Casi de la noche a la mañana, empezamos a tener acceso a noticias que viajaban muy rápido. Cada día te podías enterar de cosas nuevas sobre tus aficiones favoritas. Antes de los servicios de la web y el email, solo tenías los noticieros y demás programas informativos, periódicos y revistas, que te daban lo que había y lo que querían. Internet significó el acceso a un buffet velozmente creciente donde consumías lo que te apetecía.

Era 1998, apenas dos años de que Internet estuviera disponible de manera masiva. Una mañana, uno de mis colegas del departamento de informática pegó este anuncio que advertía sobre un supuesto virus, anunciado por IBM, que te borraría todo el disco duro de tu Mac o PC, aprovechándose de las funciones de formateo de Norton Antivirus, propagándose via Netscape Navigator e Internet Explorer. Con todos esos nombres soltados por ahí, sonaba bastante legítimo para mí y para cualquiera que lo leyese.

Al poco tiempo, conocí Snopes punto com, un sitio que se encargaba de verificar cadenas de correo de rumores y noticias falsas. Ahí desmentían nuestro anuncio. Sorprendente.

Llevaba algún tiempo siendo consciente de la industria de la información falsa, aquella que se transmitía en publicaciones como revistas de fenómenos paranormales, programas sensacionalistas de televisión, libros, etc. Pero esto era un nuevo nivel para mi y para toda la gente nueva en Internet. Reaprendíamos lo aprendido: no porque esté en (inserta el medio aquí) significa que es cierto.

No porque esté en Internet, significa que es cierto.

Habíamos sido timados, aunque algunos de los muchachos del departamento no estaban tan seguros, o no querían estarlo. La verdad duele: no tanto como saltar en una bicicleta sin asiento, pero duele.

Años después, en diciembre de 2010, cuando trabajaba para una de las cien mejores empresas de México, en el área de tecnología de información, un jefe de área de tecnología de una de las divisiones de la empresa, histérico, envió un correo al gerente de tecnología, alertándolo sobre un virus que se propagaba vía una aplicación de un árbol de Navidad. El correo incluía a su vez una cadena de estas que se reenvían, con la advertencia.

Para entonces, yo ya olfateaba la información falsa a primer contacto, con buena tasa de éxito, por lo que me pareció sospechoso el correo. Una investigación balazo en Internet me confirmó que no había tal árbol de Navidad.

Lo que no me esperaba yo ni nadie, era que el gerente de tecnología nos movilizaría a todo su departamento corporativo para que fuéramos por todas las oficinas, computadora por computadora, confirmando que no tuvieran instalado el famoso árbol de Navidad.

Les dije que era información falsa, que no había tal aplicación. Sin embargo, todos los subdepartamentos fueron requeridos: soporte técnico, desarrollo de software, redes, operaciones, etc. Cuando caes antes la histeria, no importan los hechos y el mejor curso de acción es buscar la paz mental. Yo preferí quedarme en mi lugar haciendo cosas menos heroicas.

Sobra decir que nadie reportó haber encontrado tal aplicación instalada.

En esa misma empresa, años antes, el reenvío masivo de un correo electrónico causó que un servidor quedara fuera de línea durante algunos minutos. El mensaje era de los que pedían reenviarlo para que una organización donara algunos centavos de dólar por cada correo reenviado, con el objetivo de ayudar a un niño enfermo. El problema es que así no funciona el correo electrónico. Este no tiene una autoridad central, por tanto, no es posible monitorear el alcance de un correo ya que este viaja de servicio en servicio dependiendo el que usen los destinatarios. Tampoco me imagino a nadie monitoreando campañas de donativos si fuese centralizado.

Alguien recibió este mensaje desde una dirección de correo electrónico público (gratuito) en Internet. El mensaje era un clásico de las cadenas por correo electrónico, tenía muchos años circulando. El receptor al interior de la empresa quiso ser altruista y lo reenvió a sus conocidos dentro de la misma. Cada uno de estos destinatarios a su vez hizo lo mismo y dentro de un rato el servidor de correo electrónico no se dio abasto para manejar la avalancha de correos y colapsó.

El departamento de tecnología identificó a dos personas como los iniciadores de esta oleada exponencial de reenvíos e impuso acciones disciplinarias. Le dije al jefe de infraestructura que tenían que empezar una labor educativa sobre estas cosas con los usuarios, para evitar futuras incidencias.

“A mí no me toca”, me dijo.

“¿Y entonces a quién? No veo a nadie más”, le dije.

Las áreas de informática y tecnología, históricamente, han sido cortas de visión y renuentes a tomar el liderazgo en educación digital. Hoy el panorama se ve más prometedor, con áreas de ciberseguridad y manejo de información que están tomando esta responsabilidad educativa. 

A finales de los noventa, le mencioné a mis tíos alguna cosa que tenía que ver con Internet. “Eso del internet son cosas que inventan para mantener a la gente distraída” dijo mi tío con la seguridad de quien sabe lo que dice. En aquel entonces solo tenían internet quienes eran estudiantes con acceso a un centro de cómputo, o los investigadores o quienes trabajaban en una empresa. El uso de Internet era una actividad de nicho, las personas como mis tíos, el público en general, apenas empezaba a escuchar del tema.

Actualmente, mis tíos se distraen con mensajes desinformativos vía aplicaciones de mensajería instantánea y han sido estafados por ese mismo medio.

En algún lugar en este momento, un joven está alertando a alguien de algún supuesto peligro o está cayendo en alguno real sin saberlo.

 Imagen Cliff Hang

 

 

 

 

 


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